Historia y Medio Ambiente en la Isla de Santo Domingo
Por Frank Moya Pons
Abril 1994
Lo primero que conviene
tener en cuenta es que la isla de Santo Domingo –llamada Haití por los indios
taínos que la habitaban– era un espacio relativamente domesticado cuando
llegaron los primeros europeos hace 500 años. Cuando Colón desembarcó en la
isla en 1492, el espacio insular había experimentado los efectos de la acción
humana continua a lo largo de casi 4,000 años.
En las cartas de Colón y en
las crónicas españolas del siglo se hace notar que los taínos componían una
sociedad que practicaba extensamente la agricultura de "tumba y
quema" con una tecnología de coa. Los taínos cultivaban extensamente yuca,
maíz, batata, maní, tabaco, ají y piña, entre otras plantas, y utilizaban
ténicas de amontonamiento de la tierra en canteros especiales para facilitar la
fertilización, el reguío y la oxigenación.
En las crónicas hay indicios
de que algunas de las extensas sabanas de la isla eran el resultado del fuego
inducido por seres humanos. También existen noticias de que había zonas de la
isla que estaban intensamente cultivadas. Al observar la intensidad de los
cultivos, Colón comparó la zona norte de Haití con los campos agrícolas de
Granada.
Como se ve, los españoles no
ocupan una isla virgen y primitvia, sino todo lo contrario, una isla cuyo
espacio había estado sujeto a la intervención humana durante un largo período
de tiempo.
A juzgar por lo que sabemos
de las crónicas, debió haber nichos ecológicos de larga ocupación humana en los
cuales la naturaleza había sido transformada por la sustitución de plantas
nativas por plantas importadas de América del Sur. Sabemos que el maíz, el
tabaco y la yuca no eran plantas nativas y, por lo tanto, su introducción en la
isla, varios miles de años antes de la llegada de Colón, marca el inicio de la
agricultura aborigen.
La antigüedad de la
agricultura aborigen no debe, sin embargo, llevarnos al error de creer que toda
la isla estaba habitada homogéneamente, como creen algunos historiadores
contemporáneos. Lo que sabemos es que la distribución de la población aborigen
era bastante extensa, pero que las comunidades tendían a concentrarse en
aquellos puntos en donde había agua, pesca y cacería abundante, y en donde esos
recursos podían combinarse fácilmente con buenos suelos para cultivar yuca y
maíz, que eran las principales fuentes de carbohidratos de los taínos.
El impacto de la población
nativa sobre el medio ambiente fue más duradero debido a su antigüedad y
continuidad que debido a su intensidad. Es importante recordar que en 1492 la
población taína no sobrepasaba el medio millón de personas y, por lo tanto, la
relación hombre/tierra era extremadamente baja. Esta baja relación
hombre/tierra permitía la recuperación de terrenos afectados por los desmontes
y los fuegos, y por ello la isla que encontraron los españoles en 1492 –al
tiempo que era una isla domesticada– también contenía grandes espacios vírgenes
y deshabitados.
La dominación española
alteró completamente el equilibrio existente hasta entonces. Los españoles
sometieron a la totalidad de la población nativa a la esclavitud y dedicaron la
mayor parte de la mano de obra india a lavar oro en los ríos y a realizar
pesados trabajos de construcción en las nuevas ciudades. Otros indios fueron
dedicados a tareas agrícolas y forzados a cultivar yuca y maíz en plantaciones,
en tanto que otros fueron entrenados y convertidos en peones encargados de
cuidar el ganado introducido por los españoles.
El choque de la dominación
española hizo desaparecer casi todos los indios en menos de treinta años. Ya en
1520 apenas quedaban menos de 1,000 indios en toda la isla. Para entonces, la
población española apenas pasaba de 4,500 perosnas, pues ante la crisis de la
desaparición de la mano de obra muchos españoles decidieron abandonar la isla.
La aparición de la industria
azucarera marcó una importante transición en la evolución ecológica de la isla,
pues aunque los ingenios construidos entre 1520 y 1535 eran pequeños, y aunque
el área sembrada de caña nunca podría compararse con las plantaciones modernas,
lo cierto es que ejercieron un importante impacto en las zonas bajo su
influencia.
El efecto más importante de
la primera industria azucarera colonial sobre el medio ambiente fue la
deforestación de las zonas en donde se establecieron las plantaciones. Hubo que
tumbar montes para sembrar la caña y hubo también que tumbar montes para
abastecer la leña a las casas de caldera de los ingenios. Aunque los pequeños
ingenios eran pequeñas unidades que no producían más de 100 toneladas de azúcar
por año, su continua operación durante casi todo el siglo 16 contribuyó a la
deforestación de las zonas periféricas de las plantaciones.
Esta deforestación temprana
no parece haber tenido consecuencias permanentes, pues al colapsarse la
industria azucarera española a finales del siglo 16 los antiguos campos de caña
volvieron a ser cubiertos por la maleza y el espacio de los antiguos bosques
talados volvió a ser cubierto por la foresta tropical.
Al desaparecer la industria
azucarera a principios del siglo 17, los espacios naturales que habían sido
afectados por la acción humana empezaron a recuperarse. Sin embargo, no todo el
territorio insular se cubrió nuevamente de bosques pues todavía quedaban las
antiguas sabanas cubiertas de pasto, ahora utilizadas por el ganado. La
documentación de la época menciona que durante el siglo 17 la cacería de ganado
cimarrón se convirtió en la actividad principal de los habitantes de la isla.
Al quedar la isla casi despoblada (un máximo de 7,5000 habitantes a mediados
del siglo 17), el ganado tuvo la oportunidad de multiplicarse ampliamente.
En la parte occidental, sin
embargo, la abundancia de ganado atrajo la atención de los aventureros
franceses, ingleses y holandeses que merodeaban por el mar Caribe acompañando a
los piratas que combatían el imperio español. Así, en pocos años, la parte
occidental de la isla empezó a ser ocupada por bucaneros cazadores de ganado
que pasaban temporadas de hasta seis meses matando reses cimarronas y
acumulando sus cueros para ser vendidos luego a negociantes franceses y
holandeses en la isla de la Tortuga.
Así tuvo lugar el poblamiento
de la parte occidental de la isla en la segunda mitad del siglo 17, pues a
medida que el ganado se fue extinguiendo los bucaneros se fueron sedentarizando
y se fueron convirtiendo en cultivadores de tabaco.
En la parte oriental
controlada por los españoles, entretanto, el único cultivo en gran escala que
se quiso introducir fue el cacao en las cuencas de algunos ríos cercanos a las
ciudades de Santo Domingo, Higüey y El Seibo. Las plagas acabaron con esas primeras
plantaciones de cacao, que tuvieron una vida bastante corta, pues las más
antiguas comenzaron en 1640 y no llegaron a persistir más allá de 1666.
En la parte occidental, el
tabaco fue la actividad agrícola predominante durante la segunda mitad del siglo
17. Los franceses, que terminaron dominando ese territorio, fueron inicialmente
pocos y su actividad agrícolas apenas afectó el medio ambiente. Estando
despoblada la parte occidental de la isla, los pioneros franceses se asentaron
en las zonas más fértiles, en donde mantenían sus cultivos. Algunos incluso
aprovecharon las sabanas para criar ganado manso y vender carne a los demás
cultivadores.
Esta situación empezó a
cambiar en 1698 cuando se instalaron los primeros ingenios azucareros franceses
en la parte occidental de la isla. A partir de entonces, todo cambió.
Puede decirse que el siglo
18 es el período de la gran depredación francesa de la isla, pues no solamente
sucumbieron los bosques a la demanda de leña de los ingenios azucareros, sino
también a la demanda de madera preciosa de los ebanistas y constructores
europeos que descubrieron la caoba de la isla y demandaban cada vez mayores
cantidades de ésta y otras maderas.
Para tener una idea de lo
que significó la demanda de leña de los ingenios, basca con mencionar que ya en
1716 operaban 100 ingenios en la parte francesa, y que en 1789 su número había
aumentado a 750. Para entonces, tanto la tecnología ocmo el tamaño de los
ingenios había aumentado. Los ingenios eran más grandes, y la tecnología basada
en el tren jamaiquino –aunque más eficiente en el uso del combustible– permitía
moler más caña y, por lo tanto, exigía mayores plantaciones que, a su vez,
requerían de mayor cantidad de leña para procesar el azúcar.
Los ingenios franceses
estuvieron todos establecidos en tierras llanas, generalmente cerca de los
puertos de embarque, pero a medida que las plantaciones avanzaron por los
valles y llanuras, los plantadores tuvieron que recurrir a los bosques de los
cerros y montañas para abastecerse de leña.
Los ingenios azucareros no
fueron los únicos responsables de la devastación de los bosques de la parte
occidental de la isla. Como hemos dicho, los traficantes de maderas preciosas
también fueron responsables y, junto a ellos, los dueños de las plantaciones de
añil, que también fue un producto importante en la colonia francesa en el siglo
18.
Solamente los cultivadores
de cacao y café –por la naturaleza misma de estos cultivos– tuvieron la
capacidad de mantener algunos bosques, aunque terminaron reemplazando el bosque
primitivo por estas nuevas plantas importadas. A pesar de que la parte
occidental fue una importante productora de café en el siglo 18, no todo su
territorio era adecuado para este cultivo y por ello el café que sustituyó el
bosque primitivo no pudo contener la deforestación.
La intensa acción
depredadora de los franceses en la parte occidental de la isla produjo serios
efectos ecológicos que ya eran visibles a finales del siglo 18. A la
deforestación siguó la erosión de las zonas más húmedas y hubo espacios en
donde la capacidad de la tierra para generar bosques secundarios se perdión
definitivamente. El viajero martiniqués Moureau de Saint Méry escribió sobre
este fenómeno diciendo que la deforestación había sido tan grave después de un
siglo de intensa acción humana sobre el medio ambiente que en aquellos momentos
"los arbustos y pastos han ocupado casi todas las montañas de la
colonia" y que era difícil encontrar bosques cercanos a los centros de
población.
La parte española,
entretanto, no fue igualmente afectada. Aunque algunos empresarios españoles se
asociaron con inversionistas franceses e instalaron ingenios en las cercanías
de la ciudad de Santo Domingo, el número de estas fábricas de azúcar apenas
llegó a 11 a finales del siglo 18. Estos ingenios tenían un tamaño similar a
los franceses, pero su escaso número les impidió ejercer un impacto
significativo sobre el territorio de la colonia española. Su impacto ecológico
se redujo a las mismas zonas en donde estaban instalados, esto es, en las
cuencas de los ríos Isabela, Haina, Nigua y Nizao.
Por otra parte, la actividad
principal de la población española durante todo el siglo 18 fue la crianza de
ganado, aunque algunos campesinos cultivaban tabaco en las afueras de Santiago.
Ninguna de estas dos actividades ejerció un impacto significativo sobre el
medio ambiente en este período.
Ambas colonias también
difirieron por el monto de la población y la velocidad de su crecimiento
demográfico. La colonia española tuvo un rápido crecimiento demográfico en el
curso del siglo 18 y llegó a tener una población de 180,000 habitantes en 1790,
para un territorio de más de de 60,000 km². La colonia francesa, por su parte,
creció a mayor velocidad que cualquier otra posesión europea en el Caribe. Ya
en 1716 su población era mayor de 100,000 habitantes, y en 1789 alcanzaba las
510,000 personas, distribuidas en 452,000 esclavos negros, 28,000 mulatos
libres y 40,000 blancos.
Estas cifras no reflejan
claramente la dinámica demográfica de la colonia francesa pues la población
escalva que vivió en la isla en el siglo 18 fue varias veces mayor, ya que los
esclavos morían rápidamente y tenían que se reemplazados por nuevos
contingentes importados de África. Los documentos dicen que para mantener la
economía colonial de Saint-Domingue funcionando, los franceses tuvieron que
importar un promedio de 30,000 esclavos anuales entre 1783 y 1789.
La revolución haitiana que
estalló en 1791 y las guerras que le sucedieron alteraron por completo el curso
histórico de la isla. Las poblaciones de ambas partes de la isla fueron
sustancialmente reducidas después de un largo período de casi 20 años de
calamidades. Toda la población blanca, así como numerosos mulatos y más de
150,000 negros perdieron la vida en la parte francesa. En 1805, la población de
la parte francesa, ahora convertida en el estado independiente de Haití, era de
apenas 305,000 personas. En la parte española, entretanto, la población emigró
masivamente a Cuba, Puerto Rico y Venezuela, quedando reducida a 63,000 personas
en 1812.
Acabadas las guerras, las
poblaciones de ambas partes de la isla empezaron a recuperarse, siguiendo ambas
dos modelos de crecimiento bastante similares en el curso del siglo 19 que
empezaron a diferenciarse en el curso del siglo 20, debido a las diferentes
dotaciones de recursos de ambas partes de la isla y debido, también, a los
diferentes coeficientes hombre/tierra en Haití y la República Dominicana. El
siguiente cuadro resume el comportamiento de las curvas de crecimiento de las
poblaciones haitiana y dominicana en los siglos 19 y 20.
Año
|
Santo Domingo
|
Haití
|
1824
|
-----
|
650,000
|
1844
|
126,000
|
880,000
|
1863
|
207,000
|
1,100,000
|
1887
|
382,000
|
-----
|
1907
|
638,000
|
-----
|
1919
|
-----
|
2,150,000
|
1920
|
895,000
|
-----
|
1922
|
-----
|
2,200,000
|
1935
|
1,480,000
|
-----
|
1950
|
2,135,000
|
3,097,000
|
1960
|
3,047,000
|
-----
|
1970
|
4,009,000
|
-----
|
1971
|
-----
|
4,271,000
|
1980
|
-----
|
5,009,000
|
1981
|
5,647,000
|
-----
|
1985
|
-----
|
5,502,000
|
Como puede observarse, las
tasas históricas de crecimiento de la población dominicana fueron las
siguientes: 2.4% hasta 1920; a partir de entonces, las tasas de crecimiento se
aceleran a 3.4 y 3.5% en los períodos intercensales siguientes. Por su parte, las
tasas históricas de crecimiento de la población haitiana se han mantenido entre
1.9 y 2.%.
En términos del posible
impacto que estas tasas de crecimiento hayan podido tener sobre el medio
ambiente, es importante señalar que un 2.0% de crecimiento demográfico en zonas
de montañas, como ha sido el caso de Haití, tiende a ejercer efectos más
intensos sobre el uso del suelo que tasas superiores al 3.0% en zonas llanas,
como ha sido históricamente el caso dominicano. Estos efectos se magnifican si
se tiene en cuenta que el territorio haitiano es mucho más pequeño que el
dominicano y que cuando la población campesina de ambas zonas de la isla empezó
a recuperarse en la primera mitad del siglo 19, el territorio haitiana había
sufrido seriamente los efectos de la erosión.
De no haber sido por la
intensidad de la acción humana sobre el medio ambiente haitiano, los suelos y
los bosques habrían tenido la oportunidad de recuperarse en el siglo 19. Pero
resulta que la población haitiana empezó a recuperarse rápidamente a medida que
fue aumentando la producción de alimentos en los terrenos de las antiguas
plantaciones, y ese aumento generó una nueva demanda por leña y madera que
sustituyó a la antigua demanda de combustible de los extinguidos ingenios
franceses.
Más todavía, al colapsar el
régimen de plantaciones en Haití, el gobierno haitiano alentó el corte de
maderas con destino a la exportación para así asegurarse ingresos en moneda
extranjera que le permitieran pagar las importaciones. Junto con el café, que quedó
como el principal cultivo de exportación, los haitianos se dedicaron a la
industria maderera, y Haití funcionó durante más de un siglo con un importante
sector exportador de madera. A modo de indicador, presentamos las siguientes
estadísticas de exportación de caoba y campeche, dos de los principales
renglones de exportación maderera de Haití, en adición al guayacán.
Campeche
|
|
Período
|
Pies cúbicos
|
1818/22
|
11,300,000
|
1823/27
|
12,000,000
|
1828/32
|
35,000,000
|
1833/37
|
31,000,000
|
1838/42
|
63,000,000
|
-----
|
-----
|
1888/92
|
419,000
|
1893/97
|
295,000
|
1898/1902
|
218,000
|
1903/07
|
262,000
|
-----
|
-----
|
1913/17
|
204,000
|
1918/22
|
249,000
|
-----
|
-----
|
1928/32
|
318,000
|
1933/37
|
69,000
|
1938/42
|
25,000
|
1943/47
|
16,000
|
1948/52
|
6,000
|
Caoba
|
|
Período
|
Pies cúbicos
|
1835
|
5,000,000
|
1838
|
4,800,000
|
1839
|
4,100,000
|
1842
|
7,900,000
|
1859
|
2,226,000
|
1860
|
1,660,000
|
1861
|
2,440,000
|
1862
|
2,020,000
|
1863
|
2,370,000
|
Las cifras de exportación de
campeche hablan claramente de la extinción de las forestas de este árbol en
Haití. Todavía en 1862 la isla de Gonaives estaba cubierta de bosques, una
parte de ellos de caoba y otra parte que crecía en las zonas más secas eran de
bosques de Campeche. Lo mismo ocurría con la isla de la Tortuga. Hoy ambas
islas tienen escasos bosques.
Informes rendidos por
técnicos extranjeros dan cuenta de que en 1954 apenas un 7% del territorio
haitiano estaba cubierto de bosques. En 1960, según el agrónomo haitiano Paul
Moral, solamente quedaban unas 30,000 hectáreas de bosques en Haití. Se calcula
que hoy, en 1994, apenas el 2% del territorio haitiano está cubierto de
bosques.
De esos años datan dos
estimados acerca del consumo de madera para combustible de los hogares de la
población haitiana. Uno realizado en 1953, cuando la población haitiana apenas
sobrepasaba los 3 millones de habitantes, dice que en ese año la demanda de
leña en Haití oscilaba entre los 8.8 y 11.8 millones de metros cúbicos. Para
1968 se estima que la demanda había aumentado y oscilaba entre 13.1 y 17.5
millones de metros cúbicos por año.
Durante muchos años, el
crecimiento y reposición de los bosques secundarios estuvieron proporcionando
madera para leña y carbón a los haitianos, pero en los últimos 20 años se han
presentado claras señales de que el aumento de la población, por un lado, y el
deterioro de los suelos, por otro, están impidiendo a cada vez más amplios
grupos de la población obtener madera para combustible en las mismas
proporciones que lo hacían anteriormente.
Una parte de la población
urbana ha dejado de depender de la leña y el carbón al incorporarse al sector
más moderno de la economía y obtener ingresos con qué pagar por el kerosene y
el gas propano, pero todavía la población que consume estos derivados de
petróleo compone una pequeña minoría del pueblo haitiano. Debido al escaso
ingreso monetario de la mayoría de la población y a su residencia rural, el pueblo
haitiano sigue dependiendo de la leña y el carbón para cocinar y alumbrarse. La
presión sobre los escasos bosques secundarios haitianos es cada día mayor, con
el agravante de que Haití no posee alternativas energéticas económicamente
costeables dado el grado de desarrollo del país.
La deforestación se agrava
porque la población crece y corta los bosques para consumir leña, pero también
porque el pueblo haitiano ha tenido que aplicar un modelo de supervivencia que
históricamente ha tendido a sustituir los antiguos cultivos comerciales de
exportación con cultivos de ciclo corto destinados a la producción de
alimentos.
Algunos de estos cultivos de
ciclo corto son menos eficientes para retener el suelo durante los intensos
aguaceros tropicales, y ello ha contribuido a agravar con la erosión las
consecuencias de por sí ya graves de la deforestación. A mayor erosión, la
tendencia ha sido a una más lenta reposición de los bosques y, por lo tanto,
menor foresta y, en consecuencia, mayor erosión. Como la mayor parte del
territorio haitiano está cubierta por cerros y montañas, el resultado ha sido una
continua pérdida de los suelos cultivables. En 1938 se calculaba que Haití
tenía todavía 540,000 hectáreas de tierras cultivables. Esa cantidad se había
reducido a 370,000 hectáreas en 1950 y a 225,000 hectáreas en 1970.
Quedan todavía nichos
ecológicos en donde el relieve llano del terreno y los regímenes pluvales y
eólicos han permitido la preservación de los suelos y una agricultura altamente
productiva, pero fuera de estas zonas el panorama que se presenta en Haití es
de una degradación creciente de los suelos y de una acentuada pérdida de las
fuentes de agua.
En la República Dominicana,
por otra parte, las cosas evolucionaron en forma diferente debido a la
diferente dotación de recursos de ambas zonas de la isla, a la escasez inicial
de población y a la diferente herencia colonial.
Ya hemos mencionado que la
colonia española de Santo Domingo no fue una colonia de plantaciones que
demandó leña para fabricar azúcar, ya que sus empresarios no se interesaron por
sus bosques de maderas preciosas como hicieron los franceses en Saint-Domingue.
En realidad, las primeras exportaciones de caoba comenzaron a realizarse en
Santo Domingo entre los años de 1805 y 1809 bajo el gobierno francés de Louis
Ferrand, quien, necesitando moneda fuerte para pagar importaciones, abrió los
primeros cortes de caoba dominicana.
La caoba se convirtió en un
importante renglón de exportaciones durante los primeros 60 años del siglo 19 y
su explotación se acentuó durante los 22 años en que la parte dominicana fue
gobernada desde Puerto Príncipe entre 1822 y 1844. Durante este período, los
cortes de caoba dominicana sirvieron para exportar un promedio de 4 millones de
pies cúbicos anuales.
A partir de la
independencia, en 1844, y durante los 30 años siguientes, los cortes de caoba
continuaron, aunque cada vez más alejados de los cauces de los ríos o de los
centros poblados más importantes. Los documentos del siglo 19 muestran que los
cortes de caoba que se iniciaron en las cuencas de los ríos del sur de la isla,
luego se movieron al norte y más adelante al oeste. Todavía en 1870 y 1880
había empresarios que estaban abriendo nuevos cortes de caoba en el norte y
noroeste de la República.
Además de la caoba, otros
empresarios cortaban y exportaban guayacán y Campeche. Montecristi, por ejemplo,
funcionó en la segunda mitad del siglo 19 como un importante centro maderero en
donde operaban varias compañías explotadoras de los extensos bosques de Campeche
de la cuenca del río Yaque del Norte. La cuenca del Yuna también fue colonizada
por explotadores de madera en la misma época.
La escasa población de la
parte dominicana y su concentración en las tierras llanas del país favoreció la
preservación de los suelos en las zonas madereras durante el siglo 19 pues
solamente muy pocos individuos se quedaban viviendo en las áreas deforestadas y
éstas eran subsecuentemente cubiertas de vegetación y bosque secundario poco
tiempo después. Las tierras llanas, en cambio, sí estuvieron sujetas a un
intenso proceso de cultivo, particularmente en las zonas tabacaleras
inmediatamente al oeste de Santiago y en las zonas productoras de alimentos en
el Cibao Central.
A finales del siglo 19,
cuando se iniciaron los grandes desmontes en el Cibao Central y Oriental para
dar paso a la creación de inmensos cacaotales y cafetales, el bosque primitivo
fue sustituido por los nuevos bosques de cacao y café que crecían al amparo de
árboles de amapola y Gina, especialmente sembrados para dar sombra a las nuevas
plantas. En las zonas de café y cacao, la deforestación no llevó necesariamente
a la erosión catastrófica, como ocurrió en Haití y como ocurriría más tarde en
muchos de la República Dominicana.
Históricamente, pues, la
dinámica del cambio ecológico dominicano difiere de la haitiana en el siglo 19
en las siguientes características: a) menos población, aunque las tasas de
crecimiento demográfico son más rápidas; b) más tierra disponible por
habitante, al tiempo que la calidad de los suelos es mucho más alta pues en
general la mayoría de los suelos que entran en explotación son vírgenes; c) más
tierras llanas para cultivos, lo cual retrasa la intervención humana en las
laderas y montañas; d) tardía explotación de los bosques de pino; y, e)
ausencia de una industria azucarera en gran escala, lo cual hizo que la
explotación del bosque para el uso de leña fuera más tardía.
Con todo, poco a poco, a
medida que la población dominicana fue creciendo y que se ampliaron sus
necesidades económicas, la demanda de madera para leña y carbón, así como la
necesidad de espacio para plantaciones comerciales y para la producción de
alimentos, fueron afectando los bosques. En la segunda mitad del siglo 19, por
ejemplo, los dominicanos residentes en las zonas llanas de Azua, Baní y San
Cristóbal desarrollaron una vigorosa industria de aguardiente y raspaduras y
llegaron a mantener funcionando unos 240 trapiches azucareros que consumían
grandes cantidades de leña de los bosques circundantes.
A partir de 1875, con la
entrada de los primeros ingenios semimecanizados que funcionaban con máquinas
de vapor, la demanda de leña fue aún mayor. Bajo el empuje de los grandes
ingenios modernos, los bosques de las grandes llanuras del este de la isla
empezaron a desaparecer. Una parte desaparición para dar paso a las
plantaciones de caña, mientras otra fue consumida en las calderas de los
centrales azucareros y de las locomotoras que movían sus trenes.
La industria azucarera que
se desarrolló a partir de 1875 y que se expandió desmesuradamente a principios
del siglo 20, hizo desaparecer los bosques de las mayores llanuras del país. El
paisaje llano y sin árboles de San Pedro de Macorís, La Romana y El Seíbo se
repitió más tarde en Barahona, Azua y Puerto Plata.
Mientras tanto, los bosques
del interior del país quedaron virtualmente intocados, apenas explotados por
los artesanos del Cibao que requerían madera de pino para fabricar muebles y
viviendas urbanas pues las viviendas rurales se fabricaban de tablas de palma.
Aunque hubo algunos esuferozs en Santiago y La Vega orientados a explotar los
bosques de pino de la Cordillera Central en la segunda mitad del siglo 19, esa
explotación fue mínima y todavía en 1910 los viajeros se admiraban del estado
prístino de los pinares dominicanos. Según informes de la época, en 1916 había
46 millones de tareas de bosques de distintos tipos en el país.
La introducción de máquinas
de vapor favoreció la instalación de pequeños aserraderos en La Vega, Santiago
y Santo Domingo a principios del siglo 20 y es entonces cuando puede decirse
que el país dejó de importar madera de pino para construcciones. Un nuevo
informe de 1922, firmado por el Dr. Canela Lázaro, dió cuenta detallada de la
situación de la foresta dominicana en la Cordillera Central y de la importancia
de conservarla. Canela Lázaro pidió la creación de áreas reservadas en los nacimientos
de los principales ríos del país, y lo mismo hicieron varios viajeros que
participaron con él en varios de sus viajes exploratorios por las sierras de la
Cordillera Central.
La apertura de las
carreteras durante la ocupación militar norteamericana contribuyó al
descubrimiento del valor potencial de los bosques dominicanos pues las
carreteras acercaron la tecnología maderera a los bosques de pino. Al llegar
Trujillo al poder en 1930, ya había varios importantes aserraderos funcionando
en Santiago y se señalaba la capacidad del país para ser autosuficiente en
madera.
Trujillo descubrió el
verdadero valor económico de los bosques dominicanos después de los cálculos
que realizó Carlos Chardón, un experto puertorriqueño que preparó para el
gobierno un informe en el cual evaluaba la situación y valor de los recursos
naturales del país en 1939. A partir de entonces, Trujillo se hizo también
industrial maderero asociándose con personas que ya estaban en el negocio o
colocando testaferros al frente de nuevos aserraderos de su propiedad.
La Era de Trujillo fue la
catástrofe para los bosques dominicanos que cayeron en manos de una oligarquía
de aserradores asociados con Trujillo, quienes devastaron en menos de 20 años
varios millones de tareas de bosques que habían tomado miles de años en
formarse. Estos individuos y sus compañías madereras deforestaron las zonas de
San José de las Matas, Jarabacoa, Tireo, El Río, Constanza, La Horma, El Rubio,
San Juan de la Maguana y Restauración, entre otras, y no se molestaron en
replantar el bosque que talaban.
La deforestación industrial
de la Cordillera Central dió lugar a la colonización de los valles
intramontanos de Constanza, El Río, Tireo y Jarabacoa, así como al
repoblamiento de las zonas de la sierra al oeste de San José de las Matas hasta
llegar a Restauración, pasando por El Rubio. Liquidado el bosque, quedaron los
trabajadores de los aserraderos convertidos en campesinos itinerantes al
servicio de los terratenientes ganaderos, que les entregaban tierras taladas pero
cubiertas de bosque secundario, para que las talaran de nuevo y sembraran
frijoles o papas por dos o tres años, a cambio de entregarles los fundos
sembrados de pastos cuando la pérdida de la fertilidad del suelo los obligara a
moverse a otro lote para comenzar de nuevo.
Así fue despoblándose la
Cordillera Central de sus pinos originales, que fueron suplantados gradualmente
por pastizales que secaron las fuentes de agua e hicieron morir las cañadas y
los arroyos en un proceso que se repite y se ha repetido durante años en toda
América Latina.
Durante años, los
dominicanos pudimos presenciar como en tiempos de cuaresma, que es una época de
sequía estacional, las montañas dominicanas quedaban a merced de los fuegos
intencionales pegados por los campesinos y ganaderos en una lucha sin cuartel
contra el bosque para convertirlo en pastizal. Este proceso se repitió miles de
veces en todas partes del país y para finales de la Era de Trujillo ya sus
efectos eran evidentes: las montañas sin bosques y los ríos sin agua. En 1967,
seis años después de la muerte de Trujillo, se calculó que apenas quedaban 9
millones de tareas de bosques en la República Dominicana, en contraste con los
46 millones que había en 1916.
Los pinares fueron los
bosques que más sufrieron la acción de los aserraderos. En el 1939, Chardón
calculó que había en el país 12 millones de tareas de pinos. En 1967, cuando el
gobierno dominicano por fin clausuró los aserraderos, apenas quedaban 3.5
millones de tareas de pino.
A diferencia de Haití, la
República Dominicana todavía no ha perdido todos sus bosques. En adición a los
informes de los Dres. Canela Lázaro y Juan Bautista Pérez en 1922, numerosos
dominicanos han escrito acerca de la importancia de preservar la foresta
nacional y de crear reservas y parques forestales que conserven el potencial de
los principales ríos del país.
En algunos casos, esos
esfuerzos han culminado en la creación de áreas reservadas como son los
diversos parques nacionales. Pero, en general, esos esfuerzos parecen haberse
realizado demasiado tarde, a juzgar por los informes de grupos y sociedades
ecológicas, así como de numerosos estudios técnicos que dan cuenta de la
inmensa pérdida de suelos en casi todo el país, así como de la desaparición de
miles de ríos y arroyos que antes regaban y abastecían de peces a la población.
Con todo, la República
Dominicana todavía goza de ciertas ventajas en relación con Haití. Su
territorio es más llano y recibe más lluvias; sus tierras están mejor
conservadas y son todavía más fértiles; su economía es más diversificada y su
población es más rica; y sus gobiernos han tenido más éxito en controlar la
depredación de los bosques, aún cuando las evidencias indican que son
precisamente las autoridades y los grupos asociados a ellas quienes más han participado
en la devastación forestal en los últimos 25 años.
Otro elemento de
diferenciación parece haber sido la mayor intensidad de la emigración
dominicana hacia el extranjero, así como la migración rural/urbana. Más de
medio millón de dominicanos han emigrado hacia los Estados Unidos después de la
muerte de Trujillo y tal vez 100,000 dominicanos adicionales han emigrado hacia
otras partes del mundo, incluyendo Venezuela, Europa y Canadá. La emigración ha
quitado presión al medio ambiente en ciertas zonas rurales en donde la relación
hombre/tierra era relativamente alta. Miles de dominicanos abandonaron el campo
para siempre con la intención de no regresar jamás. Sus tierras fueron
adquiridas por los que se quedaron, quienes a su vez las traspasaron a otros,
generalmente ganaderos que las conservan todavía.
Aunque el bosque ha sido
sustituído por el pastizal en numerosos lugares de las montañas, y aunque este
fenómeno ha sido detrimental para la preservación de los ríos y otras fuentes
de agua, sus efectos han sido menos catastróficos que en Haití, en donde las
necesidades de tierra de una población campesina urgida lpor zonas de cultivo
han contribuído a reemplazar la vegetación o el pasto por cultivos de ciclo
corto que exponen los suelos a una mayor erosión.
Con todo, no puede decirse
que la República Dominicana ha logrado controlar el proceso de deterioro de su
medio ambiente. Frente a Haití, la situación luce menos deteriorada, pero en
realidad dista mucho de ser un modelo de conservación de recursos naturales. En
realidad, hace ya muchos años que se observan indicios de que la República
Dominicana podría adentrarse en un proceso similar al que ocurrió en la
República de Haití si no se adoptan medidas eficaces de preservación de aguas y
suelos.
Breve Historia de la Educación Ambiental
Si en sentido
estricto tratáramos de establecer el origen del surgimiento de la educación
ambiental, tendríamos que remontarnos a las sociedades antiguas en donde se
preparaba a los hombres en estrecha y armónica vinculación con su medio
ambiente. Por otro lado si partimos del momento en que empieza a ser utilizado
el termino Educación Ambiental, situaríamos su origen a fines de la década de
los años 60 y principios de los años 70, período en que se muestra mas
claramente una preocupación mundial por las graves condiciones ambientales en
el mundo, por lo que se menciona que la educación ambiental es hija del
deterioro ambiental.
Sin negar de ninguna
manera el surgimiento de la educación ambiental desde la época antigua, en
estas notas situaremos sus orígenes en los años 70, debido a que es en el
período que con mayor fuerza empieza a ser nombrada en diversos foros a nivel
mundial, aunque es cierto que antes ya se habían dado algunas experiencias de
manera aislada y esporádica.
Estocolmo (Suecia,
1972).- Se establece el Principio 19, que señala:
Es indispensable una
educación en labores ambientales, dirigida tanto a las generaciones jóvenes
como a los adultos, y que preste la debida atención al sector de la población
menos privilegiada, para ensanchar las bases de una opinión pública bien
informada y de una conducta de los individuos, de las empresas y de las
colectividades, inspirada en el sentido de su responsabilidad en cuanto a la
protección y mejoramiento del medio en toda su dimensión humana. Es también
esencial que los medios de comunicación de masas eviten contribuir al deterioro
del medio humano y difundan, por el contrario, información de carácter
educativo sobre la necesidad de protegerlo y mejorarlo, a fin de que el hombre
pueda desarrollarse en todos los aspectos.
En Estocolmo
básicamente se observa una advertencia sobre los efectos que la acción humana
puede tener en el entorno material. Hasta entonces no se plantea una cambio en
los estilos de desarrollo o de las relaciones internacionales, sino más bien la
corrección de los problemas ambientales que surgen de los estilos de desarrollo
actuales o de sus deformaciones tanto ambientales como sociales.
Belgrado (Yugoslavia,
1975).- En este evento se le otorga a la educación una importancia capital en
los procesos de cambio. Se recomienda la enseñanza de nuevos conocimientos
teóricos y prácticos, valores y actitudes que constituirán la clave para
conseguir el mejoramiento ambiental. En Belgrado se definen también las metas,
objetivos y principios de la educación ambiental.
Los principios
recomiendan considerar el medio ambiente en su totalidad, es decir, el medio
natural y el producido por el hombre. Constituir un proceso continuo y
permanente, en todos los niveles y en todas las modalidades educativas. Aplicar
un enfoque interdisciplinario, histórico, con un punto de vista mundial,
atendiendo las diferencias regionales y considerando todo desarrollo y
crecimiento en una perspectiva ambiental.
La meta de la acción
ambiental es mejorar las relaciones ecológicas, incluyendo las del hombre con
la naturaleza y las de los hombres entre sí. Se pretende a través de la
educación ambiental lograr que la población mundial tenga conciencia del medio
ambiente y se interese por sus problemas conexos y que cuente con los
conocimientos, aptitudes, actitudes, motivaciones y deseos necesarios para
trabajar individual y colectivamente en la búsqueda de soluciones a los
problemas actuales y para prevenir los que pudieran aparecer en lo sucesivo.
Los objetivos se
refieren a la necesidad de desarrollar la conciencia, los conocimientos, las
actitudes, las aptitudes, la participación y la capacidad de evaluación para
resolver los problemas ambientales.
En el documento
denominado Carta de Belgrado que se deriva de este evento se señala la
necesidad de replantear el concepto de Desarrollo y a un reajuste del estar e
interactuar con la realidad, por parte de los individuos. En este sentido se
concibe a la educación ambiental como herramienta que contribuya a la formación
de una nueva ética universal que reconozca las relaciones del hombre con el
hombre y con la naturaleza ; la necesidad de transformaciones en las políticas
nacionales, hacia una repartición equitativa de las reservas mundiales y la
satisfacción de las necesidades de todos los países.
Tbilisi (URSS,
1977).- En este evento se acuerda la incorporación de la educación ambiental a
los sistemas de educación, estrategias; modalidades y la cooperación
internacional en materia de educación ambiental. Entre las conclusiones se
mencionó la necesidad de no solo sensibilizar sino también modificar actitudes,
proporcionar nuevos conocimientos y criterios y promover la participación
directa y la práctica comunitaria en la solución de los problemas ambientales.
En resumen se planteó una educación ambiental diferente a la educación
tradicional, basada en una pedagogía de la acción y para la acción, donde los
principios rectores de la educación ambiental son la comprensión de las
articulaciones económicas políticas y ecológicas de la sociedad y a la
necesidad de considerar al medio ambiente en su totalidad.
Moscú (URSS, 1987).-
Ahí surge la propuesta de una estrategia Internacional para la acción en el
campo de la Educación y Formación Ambiental para los años 1990 - 1999. En el
documento derivado de esta reunión se mencionan como las principales causas de
la problemática ambiental a la pobreza, y al aumento de la población,
menospreciando el papel que juega el complejo sistema de distribución desigual
de los recursos generados por los estilos de desarrollo acoplados a un orden
internacional desigual e injusto, por lo que se observa en dicho documento una
carencia total de visión crítica hacia los problemas ambientales.
Río de Janeiro
(Brasil, 1992).- En la llamada Cumbre de la Tierra se emitieron varios
documentos, entre los cuales es importante destacar la Agenda 21 la que
contiene una serie de tareas a realizar hasta el siglo XXI. En la Agenda se
dedica un capítulo, el 36, al fomento de la educación, capacitación, y la toma
de conciencia; establece tres áreas de programas: La reorientación de la
educación hacia el desarrollo sostenible, el aumento de la conciencia del
público, y el fomento a la capacitación.
Paralelamente a la
Cumbre de la Tierra, se realizó el Foro Global Ciudadano de Río 92. En este
Foro se aprobó 33 tratados; uno de ellos lleva por título Tratado de Educación
Ambiental hacia Sociedades Sustentables y de Responsabilidad Global el cual
parte de señalar a la Educación Ambiental como un acto para la transformación
social, no neutro sino político, contempla a la educación como un proceso de
aprendizaje permanente basado en el respeto a todas las formas de vida. En este
Tratado se emiten 16 principios de educación hacia la formación de sociedades
sustentables y de responsabilidad global. En ellos se establece la educación
como un derecho de todos, basada en un pensamiento crítico e innovador, con una
perspectiva holística y dirigida a tratar las causas de las cuestiones globales
críticas y la promoción de cambios democráticos.
Al mencionar la
crisis ambiental, el Tratado identifica como inherentes a ella, la destrucción
de los valores humanos, la alienación y la no participación ciudadana en la
construcción de su futuro. De entre las alternativas, el documento plantea la
necesidad de abolir los actuales programas de desarrollo que mantienen el
modelo de crecimiento económico vigente.
Guadalajara (México,
1992).- En las conclusiones del Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental,
se estableció que la educación ambiental es eminentemente política y un
instrumento esencial para alcanzar una sociedad sustentable en lo ambiental y
justa en lo social, ahora no solo se refiere a la cuestión ecológica sino que tiene
que incorporar las múltiples dimensiones de la realidad, por tanto contribuye a
la resignificación de conceptos básicos. Se consideró entre los aspectos de la
educación ambiental, el fomento a la participación social y la organización
comunitaria tendientes a las transformaciones globales que garanticen una
óptima calidad de vida y una democracia plena que procure el autodesarrollo de
la persona.
Otras reuniones
celebradas en diferentes partes del mundo de manera paralela a las señaladas
fueron: Chosica, Perú 1976; Managua 1982, Cocoyoc, México 1984, Caracas 1988;
Buenos Aires 1988; Brasil en 1989 y Venezuela 1990.
En el apretado
resumen que se muestra se puede observar que el concepto de educación ambiental
ha sufrido importantes cambios en su breve historia. Ha pasado de ser
considerada solo en términos de conservación y biológicos a tener en muchos
casos una visión integral de interrelación sociedad-naturaleza. Así mismo de
una posición refuncionalizadora de los sistemas económicos vigentes, se dió un
gran paso hacia un fuerte cuestionamiento a los estilos de desarrollo
implementados en el mundo, señalando a éstos como los principales responsables
de la problemática ambiental.
Como todo cuerpo de
conocimiento en fase de construcción, la Educación Ambiental se vino
conformando en función de la evolución de los conceptos que a ella están
vinculados. Por lo que cuando la percepción del medio ambiente se reducía
básicamente a sus aspectos biológicos y físicos, la educación ambiental se
presentaba claramente de manera reduccionista y fragmentaria, no tomando en
cuenta las interdependencias entre las condiciones naturales y las socio -
culturales y económicas, las cuales definen las orientaciones e instrumentos
conceptuales y técnicos que permiten al hombre comprender y utilizar las
potencialidades de la naturaleza, para la satisfacción de las propias
necesidades.
¿Qué es Educación Ambiental?
"La educación
ambiental, en un sentido amplio, incluyendo la concienciación y el
entrenamiento, provee el complemento indispensable de otros instrumentos del
manejo ambiental."
Por N.J.
Smith-Sebasto, Ph.D.
Es difícil determinar
con exactitud cuando el término educación ambiental (EA) se usó por primera
vez. Una posibilidad es la Conferencia Nacional sobre Educación Ambiental
realizada en 1968 en New Jersey. A finales de los años 1960; en esa época se
usaban varios términos, incluyendo educación para la gestión ambiental,
educación para el uso de los recursos y educación para la calidad ambiental,
para describir la educación enfocada a los humanos y el ambiente. Sin embargo,
educación ambiental es el término que con mayor frecuencia se ha usado.
¿Qué es educación
ambiental?
Para comprender qué
es EA, será conveniente explicar lo que no es. La EA no es un campo de estudio,
como la biología, química, ecología o física. Es un proceso. Para muchas
personas, este es un concepto que se le hace difícil comprender. Mucha gente
habla o escribe sobre enseñar EA. Esto no es posible. Uno puede enseñar
conceptos de EA, pero no EA.
La falta de consenso
sobre lo que es EA puede ser una razón de tales interpretaciones erróneas. Por
ejemplo, con frecuencia educación al aire libre, educación para la conservación
y estudio de la naturaleza son todos considerados como EA. Por otro lado, parte
del problema se debe también a que el mismo término educación ambiental es un
nombre no del todo apropiado.
En realidad, el
término educación para el desarrollo sostenible sería un término más
comprensible, ya que indica claramente el propósito del esfuerzo educativo:
educación sobre el desarrollo sostenible, el cual es en realidad la meta de la
EA. De hecho, el Consejo sobre Desarrollo Sostenible [del Presidente Clinton,
Estados Unidos] sugirió que la EA está evolucionando hacia educación para la sostenibilidad,
que tiene un "gran potencial para aumentar la toma de conciencia en los
ciudadanos y la capacidad [para que ellos] se comprometan con decisiones que
afectan sus vidas."
¿Puede definirse la
educación ambiental?
Sí; muchos autores,
agencias y organizaciones han ofrecido varias definiciones. Sin embargo, no
existe consenso universal sobre alguna de ellas.
Defino EA como: un
proceso que incluye un esfuerzo planificado para comunicar información y/o
suministrar instrucción basado en los más recientes y válidos datos científicos
al igual que en el sentimiento público prevaleciente diseñado para apoyar el
desarrollo de actitudes, opiniones y creencias que apoyen a su vez la adopción
sostenida de conductas que guían tanto a los individuos como a grupos para que
vivan sus vidas, crezcan sus cultivos, fabriquen sus productos, compren sus
bienes materiales, desarrollen tecnológicamente, etc., de manera que minimicen
lo más que sea posible la degradación del paisaje original o las
características geológicas de una región, la contaminación del aire, agua o
suelo, y las amenazas a la supervivencia de otras especies de plantas y
animales.
En otras palabras, la
EA es educación sobre cómo continuar el desarrollo al mismo tiempo que se
protege, preserva y conserva los sistemas de soporte vital del planeta. Esta es
la idea detrás del concepto de desarrollo sostenible.
Parecería curioso que
tengamos que enseñar cómo desarrollar. Pero hay razones para creer que algunas
personas no comprenden el impacto que muchos comportamientos humanos han tenido
y están teniendo sobre el ambiente.
¿Cuáles son los componentes de la educación ambiental?
Se puede pensar que
la educación ambiental consiste de cuatro niveles diferentes. El primer nivel
es
I. fundamentos ecológicos
Este nivel incluye la
instrucción sobre ecología básica, ciencia de los sistemas de la Tierra,
geología, meteorología, geografía física, botánica, biología, química, física,
etc. El propósito de este nivel de instrucción es dar al alumno informaciones
sobre los sistemas terrestres de soporte vital. Estos sistemas de soporte vital
son como las reglas de un juego. Suponga que Ud. desea aprender a jugar un
juego. Una de las primeras tareas que necesita hacer es aprender las reglas del
juego. En muchos aspectos, la vida es un juego que estamos jugando. Los
científicos han descubierto muchas reglas ecológicas de la vida pero, con
frecuencia, se descubren nuevas reglas. Por desgracia, muchas personas no
comprenden muchas de estas reglas ecológicas de la vida. Muchas conductas
humanas y decisiones de desarrollo parecen violar a muchas de ellas. Una razón
importante por la cual se creó el campo conocido como educación ambiental es la
percepción de que las sociedades humanas se estaban desarrollando de maneras
que rompían las reglas. Se pensó que si a la gente se le pudiera enseñar las
reglas, entonces ellas jugarían el juego por las reglas.
El segundo nivel de la EA incluye
II. concienciación conceptual
de cómo las acciones
individuales y de grupo pueden influenciar la relación entre calidad de vida
humana y la condición del ambiente. Es decir, no es suficiente que uno
comprenda los sistemas de soporte vital (reglas) del planeta; también uno debe
comprender cómo las acciones humanas afectan las reglas y cómo el conocimiento
de estas reglas pueden ayudar a guiar las conductas humanas.
El tercer componente de la EA es
III. la investigación y evaluación de
problemas
Esto implica aprender
a investigar y evaluar problemas ambientales. Debido a que hay demasiados casos
de personas que han interpretado de forma incorrecta o sin exactitud asuntos
ambientales, muchas personas se encuentran confundidas acerca de cuál es el
comportamiento más responsable ambientalmente. Por ejemplo, ¿es mejor para el
ambiente usar pañales de tela que pañales desechables? ¿Es mejor hacer que sus
compras la pongan en una bolsa de papel o en una plástica? La recuperación
energética de recursos desechados, ¿es ambientalmente responsable o no? Muy
pocas veces las respuestas a tales preguntas son sencillas. La mayoría de las
veces, las circunstancias y condiciones específicas complican las respuestas a
tales preguntas y solamente pueden comprenderse luego de considerar
cuidadosamente muchas informaciones.
El componente final de la EA es
IV. la capacidad de acción
Este componente
enfatiza el dotar al alumno con las habilidades necesarias para participar
productivamente en la solución de problemas ambientales presentes y la
prevención de problemas ambientales futuros. También se encarga de ayudar a los
alumnos a que comprendan que, frecuentemente, no existe una persona, agencia u
organización responsable de los problemas ambientales.
Los problemas
ambientales son frecuentemente causados por las sociedades humanas, las cuales
son colectividades de individuos. Por lo tanto, los individuos resultan ser las
causas primarias de muchos problemas, y la solución a los problemas
probablemente será el individuo (actuando colectivamente).
El propósito de la EA
es dotar los individuos con: el conocimiento necesario para comprender los
problemas ambientales; las oportunidades para desarrollar las habilidades
necesarias para investigar y evaluar la información disponible sobre los
problemas; las oportunidades para desarrollar las capacidades necesarias para
ser activo e involucrarse en la resolución de problemas presentes y la
prevención de problemas futuros; y, lo que quizás sea más importante, las
oportunidades para desarrollar las habilidades para enseñar a otros a que hagan
lo mismo.
En una palabra, la
educación ambiental es sobre oportunidades.
N.J. Smith-Sebasto es
profesor en la Universidad de Illinois (Estados Unidos)
Nota: esta página es
una traducción (con modificaciones de forma) de Environmental Issues
Information Sheet EI-2 (septiembre 1997), publicada por University of Illinois
Cooperative Extension Service.
(Puede obtenerlo, en
inglés y formato PDF, en la dirección: http://www.nres.uiuc.edu/outreach/pubs/ei9709.pdf.)
Introducción a la Educación Ambiental
Nota: Las páginas de
esta sección estuvieron publicadas en la dirección
http://www.unescoeh.org/ext/manual/html/manual.html
Para el mantenimiento
de la vida, así como para asegurar el desarrollo de la sociedad, la ciencia y
la técnica, se requiere disponer de un gran número de recursos, los cuales
pueden dividirse en dos grupos: renovables y no renovables.
Entre los primeros se
cuentan el suelo, las plantas, los animales, el agua y el aire. Como recursos
no renovables, pueden señalarse principalmente los combustibles y los
minerales. La protección de todos estos recursos resulta de la mayor
importancia para el desarrollo de la sociedad.
Pero la actuación del
hombre ha puesto en peligro los recursos renovables, y ha ocasionado que comiencen
a agotarse los no renovables, aunque la atmósfera, las aguas y los suelos
parecen tan vastos que resulta difícil creer que el comportamiento de los seres
humanos pueda llegar a afectarlos.
Sin embargo, la
población aumenta constantemente; cada vez hay más edificios, más vehículos,
más industrias, más polvo, más desperdicios, más ruido y, en peligroso
constraste para la supervivencia del hombre a largo plazo, cada vez hay menos
campos, menos árboles, menos animales; cada vez es más difícil encontrar el
agua necesaria, alimentos frescos, combustibles y minerales.
El interés por la
protección del medio ambiente está centrado en la salud y el bienestar del
hombre, el cual es el agente causante fundamental de la continua degradación
del medio y, al mismo tiempo, la víctima principal.
Pero la adopción de
una actitud consciente ante el medio que nos rodea, y del cual formamos parte
indisoluble, depende en gran medida de la enseñanza y la educación de la niñez
y la juventud. Por esta razón, corresponde a la pedagogía y a la escuela
desempeñar un papel fundamental en este proceso.
Desde edades
tempranas debe inculcarse al niño las primeras ideas sobre la conservación de
la flora, la fauna y los demás componentes del medio ambiente. El maestro debe
realizar su trabajo de manera que forme en los estudiantes, respeto, amor e
interés por la conservación de todos los elementos que conforman el medio
ambiente. En la escuela y en el hogar debe forjarse esta conciencia
conservacionista del hombre del mañana.
El niño crece y se
desarrolla bajo la influencia de un complejo proceso docente-educativo, en el
que la escuela cumple un encargo social que tiene el objetivo de que el futuro
ciudadano reciba enseñanza y educación, y se integre a la sociedad en que vive
de una manera armónica, formado política e ideológicamente en correspondencia
con los principios de nuestra sociedad. En este sentido hay que educar al niño
para que ocupe plenamente el lugar que le corresponde en la naturaleza, como
elemento componente de esta. Él debe comprender que es parte integrante del
sistema ecológico y que, como tal, tiene deberes que cumplir.
Las plantas, los
animales, el suelo, el agua y otros elementos, son indispensables para la vida
del ser humano, por lo que resulta un deber ineludible para todos conservar
estos recursos naturales básicos. La responsabilidad en la protección del medio
ambiente y los recursos naturales y artificiales, es de todos.
La formación y el
desarrollo de hábitos correctos en los estudiantes, en lo concerniente a la
protección del medio ambiente en la escuela y sus alrededores, contribuyen a
vincular la teoría con la práctica y a familiarizarlos con estas tareas y
exigencias a escala local. Esto facilita que comprendan la importancia de la
protección del medio ambiente y sus distintos factores, a nivel regional y
nacional, y cómo una sociedad puede planificar y controlar la influencia del
medio ambiente en beneficio de la colectividad.
Fundamentos de la Educación
Ambiental
Autor: José Félix
Martínez Huerta
La crisis ambiental
Desde siempre la
especie humana ha interaccionado con el medio y lo ha modificado, los problemas
ambientales no son nuevos. Sin embargo, lo que hace especialmente preocupante
la situación actual es la aceleración de esas modificaciones, su carácter
masivo y la universalidad de sus consecuencias.
Los problemas
ambientales ya no aparecen como independientes unos de otros sino que
constituyen elementos que se relacionan entre sí configurando una realidad
diferente a la simple acumulación de todos ellos. Por ello, hoy en día podemos
hablar de algo más que de simples problemas ambientales, nos enfrentamos a una
auténtica crisis ambiental y la gravedad de la crisis se manifiesta en su carácter
global.
Sin embargo, no
podemos limitarnos a percibir esta crisis como conflicto en el que determinados
planteamientos sobre el mundo y sobre la vida resultan inadecuados. Si somos
conscientes de que sólo en un ambiente de crisis se consideran y se desarrollan
soluciones innovadoras, parece claro que tenemos ante nosotros el desafío de
encontrar en la crisis una ocasión para "reinventar" de forma
creativa nuestra manera de entender y relacionarnos con el mundo.
Pero estas soluciones
no pueden ser solamente tecnológicas, el desafío ambiental supone un reto a los
valores de la sociedad contemporánea ya que esos valores, que sustentan las
decisiones humanas, están en la raíz de la crisis ambiental. En este contexto,
la educación ambiental tiene un importante papel que jugar a la hora de
afrontar este desafío, promoviendo un "aprendizaje innovador"
caracterizado por la anticipación y la participación que permita no sólo
comprender, sino también implicarse en aquello que queremos entender.
Línea
La Educación
Ambiental: una respuesta a la crisis ambiental
Desde los años
sesenta, cuando se cuestionó el modelo de crecimiento establecido y se denunció
el impacto que sobre el medio ambiente producía, los diagnósticos realizados
sobre la crisis ambiental han sido numerosos. Poco a poco, el ser humano
empieza a realizar una nueva lectura del medio en el que está inmerso y una
nueva cosmovisión, una nueva percepción de la relación ser
humano-sociedad-medio, va abriéndose paso.
En no pocos de los
informes y manifiestos que van apareciendo a lo largo de estos años se plantea
la necesidad de adoptar medidas educativas (entre otras) para frenar el
creciente deterioro del planeta.
Las relaciones entre
educación y medio ambiente no son nuevas, sin embargo, la novedad que aporta la
educación ambiental es que el medio ambiente, además de medio educativo,
contenido a estudiar o recurso didáctico, aparece con entidad suficiente como
para constituirse en finalidad y objeto de la educación.
De esta forma, aunque
sus raíces son antiguas, la educación ambiental, como la entendemos hoy en día,
es un concepto relativamente nuevo que pasa a un primer plano a finales de los
años sesenta.
Estos planteamientos
alcanzan rápidamente un reconocimiento institucional. Así por ejemplo, en el
ámbito internacional, ha sido la Organización de las Naciones Unidas, a través
de sus organismos (UNESCO y PNUMA fundamentalmente), la principal impulsora de
estudios y programas relativos a la educación ambiental. Sin embargo, no
podemos reducir este proceso de desarrollo a su vertiente institucional. Es
preciso reconocer el esfuerzo de innumerables entidades, organizaciones de
carácter no gubernamental y educadores que han contribuido, a veces de forma
anónima, no sólo a la conceptualización de la educación ambiental sino, sobre
todo, a su puesta en práctica.
Línea
Educación y gestión
ambiental
Previamente ha
quedado planteado el carácter estratégico que la educación ambiental tiene en
el proceso hacia el desarrollo sostenible. Sin embargo, es evidente que la
acción educativa, por sí sola, no es suficiente para responder al reto
ambiental. "Para contribuir con eficacia a mejorar el medio ambiente, la
acción de la educación debe vincularse con la legislación, las políticas, las
medidas de control y las decisiones que los gobiernos adopten en relación al
medio ambiente humano". (UNESCO).
La educación es, a la
vez, producto social e instrumento de transformación de la sociedad donde se
inserta. Por lo tanto, los sistemas educativos son al mismo tiempo agente y
resultado de los procesos de cambio social. Ahora bien, si el resto de los
agentes sociales no actúa en la dirección del cambio, es muy improbable que el
sistema educativo transforme el complejo entramado en el que se asientan las
estructuras socioeconómicas, las relaciones de producción e intercambio, las
pautas de consumo y, en definitiva, el modelo de desarrollo establecido.
Esto implica la
necesidad de incluir los programas de educación ambiental en la planificación y
en las políticas generales, elaboradas a través de la efectiva participación
social. Demasiadas veces se cae en la tentación de realizar acciones
atractivas, con una vistosa puesta en escena y grandes movimientos de masas,
que no comprometen demasiado ni cuestionan la gestión que se realiza. La
educación ambiental debe integrarse con la gestión ("la mejor educación es
una buena gestión") y no ser utilizada como justificación ante las
posibles deficiencias de ésta.
El reto que tenemos
planteado hoy en día es el de favorecer la "transición" hacia la
sostenibilidad y la equidad, siendo conscientes de que esta transición requiere
profundos cambios económicos, tecnológicos, sociales, políticos, además de
educativos. Así pues, aun reconociendo las enormes potencialidades de la Educación
Ambiental, no podemos convertirla en una falsa tabla de salvación.
Línea
Ir a Fundamentos II
[Introducción] [Fundamentos]
[Biodiversidad] [La
Atmósfera] [Agua Dulce] [Mares y Océanos] [La Energía]
[Los Bosques] [Las Ciudades] [Espacios Protegidos] [La Población] [E.A. Formal]
[E.A. No Formal]
La diversidad de la
vida
Autor: Francisco
Heras Hernández
La vida en la tierra
muestra una diversidad que parece no encontrar límites. Los seres vivos han
conquistado medios tan diferentes como los océanos y el aire; se han asentado
en las cálidas y húmedas franjas tropicales, y también en las frías y áridas
zonas polares. Para resolver los retos de la locomoción, la alimentación, la
comunicación o la reproducción han desplegado una apabullante variedad de
soluciones. La diversidad de la vida, gestada a lo largo de 4,000 millones de
años, es el gran tesoro del planeta Tierra.
Línea
Niveles de diversidad
Un análisis atento de
la biodiversidad nos revela que ésta se manifiesta en distintos niveles, que se
corresponden con distintas escalas a las que se manifiesta el fenómeno de la
vida.
Nivel específico. La
gran variedad de especies que pueblan la tierra constituye la manifestación más
espectacular de la diversidad biológica. Las enciclopedias de animales y
plantas contienen un muestrario sorprendente. Y tan sólo se trata de una
pequeña parte de la abultada relación de especies descrita por los científicos,
que ronda el millón. Éstas, a su vez, parecen ser sólo una porción del total
existente, ya que se calcula que quedan millones de formas de vida sin
describir.
Nivel genético. La
mayoría de las especies que conocemos cuentan con individuos que son, en alguna
medida, diferentes. Estas diferencias son, en parte, el reflejo de una
diversidad en el código genético que posee cada individuo.
Nivel ecológico. Los
seres vivos han desarrollado relaciones características con otros seres vivos y
con el medio físico en el que se desenvuelven. Una vez más, la vida ha
desarrollado una gran variedad de soluciones en este nuevo nivel de análisis.
Baste pensar en la tundra, la taiga, los bosques templados, las praderas, los
arrecifes de coral, las sabanas o las selvas, que a su vez cuentan con un
montón de variantes locales características.
linea
La pérdida de diversidad
A lo largo de la
historia de la vida se ha sucedido la aparición de nuevas especies mientras que
otras se han extinguido ante la llegada de cambios que les resultaban
desfavorables. En este continuo trasiego de formas de vida por el escenario
terrestre, la diversidad biológica ha ido ampliándose, aunque sufriendo
estancamientos, e incluso retrocesos temporales en épocas especialmente
desfavorables.
En los últimos 10,000
años la diversidad animal y vegetal que hoy nos maravilla, fruto de una
historia de miles de millones de años de evolución, está sufriendo un retroceso
devastador debido a la actividad humana. El ritmo de extinción de las especies
se ha acelerado drásticamente, calculándose que en la actualidad es por los
menos 400 veces mayor que el que existía antes de la aparición del ser humano.
En opinión del científico E.O. Wilson, se trata del proceso principal de
transformación ambiental, ya que el cambio producido cuando desaparece una
especie o una variedad es totalmente irreversible.
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